Revista Nro. 35
«Hay días en los que me levanto con una
esperanza demencial, momentos en los que siento que las posibilidades de una
vida más humana están al alcance de nuestras manos. Este es uno de esos días.
Y, entonces, me he puesto a escribir casi en la madrugada, con urgencia,
como quien saliera a la calle a pedir ayuda ante la amenaza de un incendio, o
como un marco que, a punto de desaparecer; hiciera una última y ferviente seña
a un puerto que sabe cercano pero ensordecido por el ruido de la ciudad y por la
cantidad de letreros que enturbian la mirada.
Les pido que nos detengamos a pensar en la grandeza a la que todavía
podemos aspirar si nos atrevemos a valorar la vida de otra manera. Nos pido ese
coraje que nos sitúa en la verdadera dimensión del hombre. Pero hay algo que
no falla y es la convicción de que -únicamente- los valores del espíritu nos
puede salvar de este terremoto que amenza la condición humana.»
«...Trágicamente, el hombre está perdiendo el diálogo con los demás
y el reconocimiento del mundo que lo rodea, siendo que es allí donde se dan el
encuentro, la posibilidad del amor, los gestos supremos de la vida. Las palabras
de la mesa, incluso las discusiones o los enojos, parecen ya reemplazadas por la
visión hipnótica. La televisión nos paraliza, quedamos como prendados de
ella. Este efecto entre mágico y maléfico es obra creo, del exceso de la luz
que con su intensidad nos toma. No puedo menos que recordar ese mismo efecto que
produce en los insectos, y aún en los grandes animales. Y entonces, no sólo
nos cuesta abandonarla, sino que también perdemos la capacidad de ver lo
cotidiano. Una calle con enormes árboles, unos ojos candorosos en la cara de
una mujer vieja, las nubes de un atardecer. La floración del aromo en pleno
invierno no llama la atención a quienes no llegan ni a gozar de los jacarandáes
de Buenos Aires. Muchas veces me ha sorprendido cómo vemos mejor los paisajes
en las películas que en la realidad.
Es apremiante reconocer los espacios de encuentro que nos quiten de ser
una multitud masificada mirando aisladamente la televisión. Lo paradójico es
que a través de esa pantalla parecemos estar conectados con el mundo entero,
cuando en verdad nos arranca la posibilidad de convivir humanamente, y lo que es
tan grave como esto, nos predispone a la abulia. Irónicamente he dicho en
muchas entrevistas que la «televisión es el opio del pueblo», modificando la
famosa frase de Marx. Pero lo creo, uno va quedando aletargado delante de la
pantalla, y aunque no encuentre nada de lo que busca lo mismo se queda ahi,
incapaz de levantarse y hacer algo bueno. Nos quita las ganas de trabajar en
alguna artesanía, leer un libro, arreglar algo de la casa mientras se escucha música
o se matea. O ir a bar con algún amigo, o conversar con los suyos. Es un tedio,
un aburrimiento al que nos acostumbramos como «a falta de algo mejor». Al
estar monotonamente sentado frente a la televisión, anestesia la sensibilidad,
hace lerda la mente, perjudica el alma....».
Texto extraído del libro La Resistencia,
Ernesto Sabato.
El
hombre no toma habitualmente conciencia de su impulso a repetir, es como una
acción casi mecánica que surge ante un estimulo determinado, asociado por lo
general, con situaciones ya experimentadas.
Solamente
una observación muy atenta y consciente de esos mecanismos
puede llevarnos a comprender que
nos encontramos ante un esquema de funcionamiento en el cual la mente actúa a ciegas moviendo nuestra voluntad de forma automática, y si
bien ello algunas veces puede ser de utilidad, en general se convierte en una
traba.
En
la mente surge un pensamiento, puede ocurrir que a ese pensamiento siga otro que
no tenga con él ninguna conexión, se va formando así
una sucesión de pensamientos de la cual no somos plenamente concientes y
lo aceptamos como el único estado de conciencia posible, es decir, sabemos que
vivimos inundados por una
sucesión de pensamientos sin sentido y lo aceptamos como algo natural, como si
su observación no fuese importante.
Hasta
aquí nuestra mente se parece a un
grabador que reproduce cassettes en cualquier orden, pero de pronto un
pensamiento se repite, fijamos
nuestra atención en él y comienza
a crecer, inundando la mente, no
podemos dejar de pensarlo, nos desborda.
A
medida que ese pensamiento gana espacio, nos volvemos pequeños frente a él y comienzan a despertar una serie de
sensaciones. Si no estamos atentos, a partir de ese momento ese
pensamiento nos gobierna, se transforma en nuestro amo quedando totalmente a
merced de él.
Así,
genéricamente hablando, un pensamiento cualquiera que es producto de la mente,
de pronto se convierte en algo que tiene un poder dominante sobre la vida del
hombre. Este pensamiento moviliza
emociones que pueden ser desagradables o, por el contrario,
de una exagerada euforia, tan pronto podemos angustiarnos como saltar de
alegría, lo cierto es que en ambos casos ya no se puede discernir con claridad,
nos encontramos envueltos en un océano de emociones
que nos sacuden, nos desbordan, nos ahogan.
Si
no logramos reconocer con una cierta conciencia estas fuerzas ciegas generadas
por nosotros mismos, tienen el poder de ir anulando nuestras posibilidades de
reacción. Durante un lapso de
tiempo de duración variable, nos convertimos en el juguete de ese torbellino de
emociones. Todo se distorsiona, el
mundo que nos rodea se vuelve amenazante o excitante, no podemos verlo como es
en realidad, en un momento lo creemos lleno de peligros y en otro momento,
un lugar paradisíaco. Se
siente miedo, odio, o a veces inmensa dicha. En ocasiones, nos defendemos de un
peligro imaginario y atacamos, sin reparar en lo que destruimos, o quizás a la
inversa, encaramos eufóricamente proyectos en apariencia muy nobles para
nuestra vida sin reparar en las verdaderas posibilidades de realización.
De
pronto todo pasa. Así como comenzó,
termina, se transforma en algo diferente. No
tomamos conciencia de ese proceso. Visto de este modo, nuestra vida parece estar
conducida por una serie de impulsos
ciegos, por un desborde de emociones, que tal como vimos, fueron generadas por
un pensamiento cualquiera.
A
este caos la psicología occidental lo llama estado normal de conciencia. Hoy me
pregunto ¿Cómo puede ser que el hombre acepte que su vida sea manejada durante
un lapso variable de tiempo por un solo pensamiento que creció desmesuradamente
y tomó el comando de todo? Simplemente lo aceptamos, no lo cuestionamos.
Quizás dentro de nuestros estrechos límites, no somos capaces de
utilizar elementos que están al alcance de la mano de todos para salir de ese
torbellino y vivir serenamente. Es común escuchar que podemos ser dueños de
nuestra vida, ¿pero nos lo proponemos realmente?. Estamos más cómodos siendo
esclavos de nuestros impulsos, que no son ni buenos ni malos, no deberíamos
juzgar nuestros sentimientos. Actuamos en base a lo que conocemos porque ello
nos da mayor seguridad, es lo que hicimos a lo largo de toda nuestra vida automáticamente,
sin tomar verdadera conciencia.
Podríamos
seguir así hasta nuestra muerte,
como un títere que maneja sus propios hilos sin tener conciencia. Podríamos
quejarnos y sufrir
permanentemente culpando de nuestros sufrimientos a otros, sin darnos cuenta que
estamos pasando siempre los mismos cassettes en nuestro grabador.
No
podemos ver, no podemos escuchar. Somos como víctimas de nuestros propios
impulsos. Corremos el riego de
continuar destruyendo y destruyéndonos en todos los órdenes de nuestra vida,
tanto individual como colectiva. Imaginemos lo que sucede
cuando de esta forma tratamos de crear
sistemas políticos y económicos para vivir mejor. Así se gobiernan países,
se hacen revoluciones contra
sistemas despóticos creados por nosotros mismos,
todo puede pasar cuando actuamos como juguetes
de nuestras emociones.
Seguramente
encontraremos los argumentos que justifiquen nuestra acción, nos aferraremos a
lo racional como quien se aferra a un junco mientras cae arrastrado por una
catarata.
Por
ello es tan importante fijar la atención en nosotros mismos, observar y
descubrir nuestros verdaderos deseos y encaminar nuestra voluntad para
cumplirlos, es la gran responsabilidad de nuestra vida, en ello nos jugamos
realmente nuestra encarnación, porque al formar parte del todo nos convertimos
en pieza de un rompecabezas con una misión determinada y puntual, un engranaje
irremplazable. Al descubrirla algo se ajusta en nuestro interior y entonces es fácil
dejarse fluir porque es el pasajero el que le estará
indicando al cochero hacia donde quiere ir.
Obsérvese
que no se critican aquí las emociones, por el contrario, son las guías que
utiliza nuestro ser a modo de semáforo, para indicarnos hacia adonde ir, pero
entender su significado es una tarea difícil, es fácil interpretar
equivocadamente su mensaje, no por querer auto engañarnos, sino por aquella
forma automática que tenemos de actuar.
Si logramos despejar de nuestros actos toda acción mecánica, podremos descubrir en todo su esplendor el valor real de las señales que están encerradas en las emociones.
Luis A. Ramos
estudiolramos@hotmail.com
Los
Sabios Mayas de Palenque supieron algo al estudiar el cosmos y sus calendarios
sagrados. Ellos tenían un mensaje que transmitirnos a las generaciones de este
tiempo. Estos mensajes en forma de profecías están recogidas en el Popol Vuh,
los libros de Chilam Balam, los Anales de los Cakchiquels, en códices que los
occidentales no conocéis, y en una forma más completa y oculta en el Tzolkín
y en la Larga Cuenta.
-¿Pero
qué dicen esos códices y esas profecías? -preguntó impaciente La periodista.
-Uno
de estos códices secretos dice que en 1475 el consejo supremo de los mayas
reunido en Wenk’al, reveló que comenzaba un ciclo de 520 años, que concluiría
en la primavera de 1995, y que coincidiría con el fin del periodo de oscuridad
que los españoles traerían a estas tierras años más tarde, algo que también
supieron que iba a suceder. Por eso comenzaron a ocultar sus textos sagrados.
Recuerden que Colón llegaría a América el 1492, y Cortés a México el año
1519. Estos sabios mayas profetizaron que a partir de 1995 comenzará la era de
Itza, la edad del conocimiento. Entonces la cultura maya renacería de nuevo,
volverían algunos de ellos, y la humanidad comenzaría a despertar su cuerpo de
luz dormido, al recibir la energía de Hunab Ku. Entre el año 1995 y el 2012 la
humanidad recibirá la luz del conocimiento desde el corazón de la galaxia, y
transcenderá sus sombras llegando a ser cuerpos luminosos. Dicen que cuando
144.000 seres humanos, el número de días correspondiente a un baktún,
despierten sus cuerpos de luz, la Tierra entrará en otra dimensión. Y todos
los centros mayas tienen que cumplir su papel sagrado en estos momentos, Chitzén
Itza, Uxmal, K’aba, Etznah, Palenkua. Aquí es posible recibir la luz del
conocimiento y llegar a ser seres luminosos. El cuerpo dormido de la humanidad
debe despertar. Ésta es la razón por la que a partir de la primavera del año
pasado, han comenzado a volver mayas del tiempo del esplendor de su pueblo, a
entregarnos las claves que harán efectivo ese despertar. entregándonos su
antiguo conocimiento secreto. Estos conocimientos sagrados nos prepararán para
la edad de Itza, una edad de conocimiento, que como les digo comenzará a
finales del año 2012. concretamente el 21 de diciembre.
-¿Y
usted piensa que está sucediendo?-pregunté.
-Habéis
comenzado a llegar occidentales interesados en los conocimientos secretos de los
mayas, han comenzado a aparecer viejos códices sagrados mayas, y sobre todo,
aunque esto lo sepa muy poca gente, han vuelto los viejos mayas. -¿Los viejos
mayas?-pregunté.
Los
mayas considerados por ustedes los blancos del periodo clásico. Los mayas que
construyeron estos monumentos al conocimiento que todavía les asombran, se
fueron para volver, y están ya aquí.
¿En
qué se diferencian de nosotros o de los mayas que hoy sobreviven acá en México?-pregunté.
-Ellos
tenían una conexión con el centro de la galaxia-respondió el hombre-. Su visión
del mundo no era planetaria, por eso sus ciclos del tiempo no tenían una escala
humana.
En
ese momento el hombre se alejó. No supimos a dónde se dirigió, simplemente
desapareció en la noche.
-El
chamán maya también me dijo que en estos años iremos descifrando y
aprendiendo a usar sus calendarios sagrados y su lenguaje, sus glifos, y que de
este modo el conocimiento maya resucitará
recordó La periodista, Contentando cubrir el silencio que había dejado
al hombre con su ausencia.
-Por
mi cuenta he descubierto-continuó La periodista-que hay occidentales que han
estudiado la Larga Cuenta y han descubierto que el gran número maya: 1.366.560,
corresponde a 5.254 voces el ciclo de 260 días. Si los mayas dan como fecha de
comienzo del Gran Ciclo de 13 baktunes en que nos encontramos, la fecha del 13
de agosto del año 3113 antes de nuestra era, considerada como el nacimiento de
Venus, resulta que este Gran Ciclo finalizará, efectivamente, el 21 de
diciembre del año 2012, tal y como dice este hombre. Los mayas piensan que el
mundo tal y como lo conocemos hoy finalizará después de estos trece últimos
baktunes. El 13 es el número sagrado maya, es el número del movimiento y el más
elevado. El chamán maya me explicó que los mayas, los aztecas y otros pueblos
pensaban que la humanidad ya había vivido cuatro grandes ciclos antes del que
nos encontramos actualmente. El primero de ellos sería Atlantis, que concluyó
con la desaparición de este continente. Su conocimiento habría ido a parar a
Egipto y al golfo de México. Esto explicarla lo extraño de la cultura olmeca,
y el origen de sus conocimientos secretos. Hubo tres Grandes Ciclos más,
correspondientes a otras grandes civilizaciones de la humanidad, que al igual
que Atlantis, también desaparecieron. Ahora el último Gran Ciclo estaría a
punto de concluir.
En
ese momento el hombre volvió, sin darnos ninguna explicación de dónde había
estado. Se sentó frente a nosotros sin decir palabra.
-¿El
final de este último Gran Ciclo significará que el tiempo, como nosotros lo
conocemos, acabará? -le preguntó la periodista recordando de qué estábamos
hablando cuando el hombre apareció.
-Las
profecías mayas hablan del fin del tiempo-respondió el hombre-. En esa fecha
termina el Tzolkin, que significa literalmente la cuenta de los días. El Tzolkín
termina ahí, porque ya no hay días que contar.
-Me
parecen peligrosas esta clase de profecías-dijo La periodista-. Recuerde lo que
les pasó a las aztecas que esperaban a Quetzalcoatl. Moctezuma entregó el
trono a Hernán Cortés, pensando que era Quetzalcoatl encarnado de nuevo,
porque Quetzalcoatl habla prometido volver el año 1-Caña, que mire qué
casualidad, era el año 1519, cuando Hernán Cortés llegó a Veracruz.
-Los
mayas eran los mantenedores del tiempo-dijo el hombre-. Sabían lo que iba a
ocurrir. En el Código Dresde predijeron hace 1.200 años un eclipse total que
sucedería en México el 11 de julio de 1991.
-¿Y
ocurrió?-le pregunté.
-Vaya
si ocurrió-respondió el hombre con seguridad-. El día se convirtió en noche.
El códice Dresde predijo que este eclipse anunciarla acontecimientos que
cambiarían la vida sobre la tierra, que la propia Tierra cambiarla y entonces
la humanidad conectaría con la sabiduría cósmica, en forma de encuentros con
los maestros venidos de las estrellas
-¿Pero
esos maestros vinieron?-preguntó La periodista.
-Miles
de personas vieron un extraño objeto en el cielo, y cientos de ellas lo
grabaron con sus videos. Y no solo en México D.F., la mayor ciudad del mundo,
sino también en Puebla, una ciudad cercana al volcán Popocatopetl. El objeto
permaneció más de veinte minutos, junto al sol, durante el eclipse. No hay
duda de que quería ser visto. Y recuerden, en Mesoamérica los eclipses de sol
siempre han señalado el inicio de una época y el final de otra.
-¿Pero
no son peligrosas estas predicciones?-insistió La periodista-. Parece que no
tenemos ninguna opción ante un futuro que parece está ya escrito.
-De
todos ustedes depende lo que ocurra finalmente con la humanidad el año 2012. Yo
les estoy diciendo que algo va a ocurrir, y que podemos estar o no preparados
para ese acontecimiento.
Nos
dejó unos segundo para reflexionar, y luego añadió:
-Ustedes
tienen un grave problema, a ustedes los blancos les cuesta aceptar que hay algo
que no tienen bajo control. Hay un flujo de acontecimientos que ustedes no
pueden dominar. Estamos todos en un río que hay quien sabe a dónde nos llevará.
Es su decisión qué hacer o no hacer dentro de ese río. Oponerse a su
corriente, o fluir con él, dejándose llevar.
-Todo
esto resulta difícil de comprender-dijo La periodista.
-Ya
comprenderán. Ya están las semillas dentro de ustedes. Estamos en el inicio
del renacimiento de la civilización maya. Y todos ustedes pueden ser mayas. Ser
maya no es una cuestión racial, sino espiritual. Maya es alguien armonizado con
la Tierra y con el universo.
Entonces
el hombre se puso en pie, y nos dijo: -Ahora vengan, les voy a enseñar otros
templos de Palenkua.
Nos
enseñó el templo del Jaguar, que dijo simbolizaba un saber antiguo pero ya inútil.
Nos dijo que el hijo de Pakal Votán se había llamado Chan Bahlum, el
jaguar-serpiente, dando origen a una época vinculada a Kukulkán, la serpiente
emplumada, que significaba el fin del linaje de los Bah Baltán, los jaguares de
piedra, que provenía de los olmecas.
Nos
mostró también el tablero de los Guerreros, donde nos dijo que nos reuniríamos
algún día para morir de pie y renacer a una nueva vida. Al pasar junto al
templo de las Inscripciones, nos dijo que era el más importante de todos.
-En
este templo está todo lo que los mayas guardaron antes de partir.
Mientras
caminábamos entre los templos nos dijo que en el año 830 de nuestra era los
mayas dejaron misteriosamente Palenkua, como ocurrió con otros grandes centros
ceremoniales mayas.
La
periodista le pregunto por qué:
-Ya
habían cumplido su tarea, y se fueron. -¿A donde?-preguntamos La periodista y
yo a la vez.
-A
su lugar de origen, el lugar de donde vinieron; pero como les dije no se fueron
sin dejar antes aquí su conocimiento.
-¿En
dónde exactamente?-preguntó La periodista, impaciente.
-En
lugares como éste-y señaló extendiendo sus brazos a todo el recinto de
Palenque-, y en las piedras, en sus códices, en los árboles, en el cirio, y en
otra dimensión, en una especie de grandes bibliotecas donde es posible
encontrar todo el saber acumulado por este pueblo.
-¿Cómo
se descifra esa información?-pregunté yo, mientras advertía las similitudes
entre las explicaciones de este hombre y las de Ramón, sobre lo que podríamos
llamar las bibliotecas del nagual.
La
respuesta del maya detuvo mis pensamientos.
-Si
una pregunta te quema y te urge encontrar la respuesta, encontrarás el medio.
Puede que las plantas y los hongos te abran la puerta a esa biblioteca de saber
inmenso. Los mensajes son entregados, las visiones llegan, y palabras sin sonido
son escuchadas. Los verdaderos seres humanos, los seres humanos vivos y
despiertos, viven plenamente y experimentan aquello que está más allá de la
realidad cerrada y chata de la cultura moderna.
-¿Dónde
fueron?-La periodista no quiso dejar pendiente esa duda.
-A
las estrellas de la serpiente-dijo el hombre ante nuestra sorpresa.
Luego
nos dijo que ese nombre aludía a su forma en el firmamento. Al escuchar esto,
La periodista le preguntó si eran las Pléyades, cuyas siete estrellas se ven
con esa forma en el cielo.
-El
siete es el otro número sagrado de los mayas-fue la respuesta de este hombre.
Entonces
comenzamos a alejarnos del centro de Palenque. La periodista y yo pensamos que
el hombre pronto nos iba a dejar, porque ya nos había transmitido las profecías
mayas.-
Mundo Vision
Tal
como lo había iluminado toda su vida, también ahora el entendimiento iluminó
ese instante de la existencia de Juan Gaviota. Tenían razón. Él era capaz de
volar más alto.
La
criatura estudiosa que llevas adentro, el inquieto ser espiritual que encarna tu
auténtica personalidad, te guía por la vida. No vuelvas la espalda a los
futuros posibles antes de estar seguro de que no tienes nada que aprender de
ellos.
Tienes
que comprender que tú eres tu propio instructor. Lo que necesitas es
encontrarte a ti mismo un poco más cada día.
(de Juan S.Gaviota)